lunes, 23 de enero de 2012

Día 23: La bolsa de señorita, mi compañera de zumba

Hoy les platicó cómo me fue en el 23 de mis 30 Días de Zumba.
Increíble, en una semana estaré cerrando este reto. ¿Lo haré?, ¿o seguiré adelante con más ediciones de mi blog? La pregunta flota en el aire.

Por lo pronto, la vivencia de hoy.

La mañana fue tranquila, y después de dejar lista la comida, me fui al gimnasio del Joggeli. La pregunta era: ¿llegará Claudia? Por suerte, estuvo ahí. Cuando llegué la saludé y me platicó que tuvo el dolor de espalda porque cargó a sus gemelos de dos años, más la compra del súper. Lógico que le haya pasado. En fin, por su buena condición, estuvo ahí y pudimos disfrutar con ella la zumba con nuevas y las típicas canciones de su clase. Fue maravilloso oír nueva música latina.

El día continúo y hoy no alterné con ninguna otra actividad deportiva. Los lunes no, son sagrados, hay que ponerse al corriente después del fin de semana. Eso de haberme levantado a las ocho y media de la mañana por el domingo, me malacostumbró y hoy me costó un súper trabajo levantarme a las seis y media de la mañana.

Pero mañana es mi día. Mi día. Por primera vez las hijas se sincronizan y terminan sus actividades a las dos de la tarde. La mayor tiene su coro después de la escuela, y la chiquita se queda en el jardín de niños para comer. Mañana iré a correr cuando las deje en sus escuelas, y después de eso, veré que haré. Sin prisas, disfrutando el tiempo libre. Hay que cargarse de energía para el miércoles con tantas actividades.

Hoy les presento la historia de mi bolsa deportiva. Antes usaba una mochila, pero un día, pensé que esta bolsa era ideal para el deporte. Desde entonces es mi compañera de la zumba.






Todo inició en Las Vegas, hace casi cuatro años. Estábamos de vacaciones con las hijas, y cambiamos el Hotel Trump, del cual no sé si todavía existe, para hospedarnos al Hotel Luxor. Pues resulta, que en nuestra área de elevadores había una boutique, que raro no. eso no sucede en Las Vegas. Cada vez que bajábamos o subíamos de la habitación, pasaba y la veía en la vitrina.  No me animaba a comprarla porque en ese entonces, sólo usaba una bolsa estilo pañalera, enorme para mis pocos centímetros de altura, pero practiquísima para guardar todas las cosas de las niñas, y algunas mías. Eso sí, mi pañalera era de Oilily. Blanca con rojo y con monitas al estilo de esta marca. La tiré hace dos años, cuando en Hong Kong encontré otra bolsa de dama, no de pañalera. Está presente en mis recuerdos fotográficos. Ah, cómo me dolió tirarla, pero ya estaba medio destartalada. Aguantó dos bebecitas.

Bueno, regresando a mi bolsa, no me animaba a comprarla, porque es un modelo que no es para mamis. ¿Qué por qué no?, porque tiene agarraderas cortas y si no me equivoco, pertenece a ese estilo llamado bowling. Es una bolsa de señorita, para nada que le sirve a una mami. Bueno, desde mi punto de vista no es práctica. Pero el diseño me conquistó. Sus cuadritos negros y blancos contrastan con la flor de la mitad. Entre esta monotonía de blanco y negro, el fuscia  y el rojo, resaltan desde 100 metros de distancia. Sin pensarlo más, entré a la tienda y la compré.

Pasaron los meses y la usé algunas veces que fui a cenar con mi esposo. Después, entró a la sesión del armario del olvidó, hasta que en agosto del 2011, tuve la idea de sacarla y guardar ahí mis pertenencias para ir al gimnasio. ¡Qué maravilla! De esta forma, tuve de nuevo una bolsa de señorita. Mínimo me pude dar un gustito olvidado. Es increíble cómo antes de la maternidad, esto no fue un tema. Pero fuera de la bolsa, vale la pena el sacrificio, porque un día de estos menos pensado, los hijos crecen y poco a poco regresa el tiempo y las oportunidades para hacer cosas que por la maternidad se cancelaron de manera temporal.

Ahora, que mis hijas están en sus escuelas, voy a hacer mi ejercecio que tanta falta me hacía y que tanto me gusta.  Todo llega a su tiempo, y me da mucho gusto que pude vivir esa temporada dedicada a ellas. Cuando llegó la segunda bebé, pasó mucho tiempo para dedicarme un tiempecito para mí, ya sea para mis pasatiempos o para aplicarme un sencillo esmalte de uñas. Gracias a Dios, lo puedo hacer ahora.

En fin, en una semana estaré terminando este blog. Sólo una semana. Parece ser que mi deseo de no enfermarse se esta cumpliendo. Es lo único que pido.

Por lo pronto les deseo una buena noche o una bonita mañana y el martes les contaré la aventura de Mis 30 Días de Zumba.

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